Vicente quirarte lee su poema spider man blues
SPIDER MAN BLUES
A Benjamin Burgess Elogio del tiempo antiguo. Escalabas los viejos edificios y eran las azoteas tu dominio completo: tendederos, pianos en el desvelo, plenilunios aliados del licántropo y el loco. Todo el tiempo era tuyo y no sabías. Patrullabas los barrios sin temores al asesino en turno. Mayor era tu crimen estar en el mundo con dos caras y en las dos serle fiel al heroísmo desconocido y breve de ser joven. Encima la soledad, más vasta que la noche. Debajo de tu máscara de carne, tendida sobre tu cama y tus papeles dentro del corazón, tan desbocado por mujeres que no te conocieron. La soledad en músculo del alma. Bajo las peores lluvias navegabas y el cuerpo resistía. Era hermoso entrar por la ventana y despojarte de tu armadura frágil (una tela de araña a veces resiste más que las promesas). Era bueno el fracaso, ir en su busca, y decir está bien y reírse y no quejarse. Eras el no ser de todas las muchachas: ignoraban tu nombre y tu lenguaje. Menos tu ciudad, tu novia, tu doncella. Desnuda te recibía cada mañana. Con su velamen pleno, la Catedral desplegaba sus formas en la bruma. Escapadas de clase y ascendías para ser esas torres y mirar con sus ojos de piedra. Tatuabas en lugares secretos tus señales más hondas. Te quedabas las horas frente a un muro donde la ciudad, cartógrafa, trazaba sus mapas de colores. Tigres de veinte jaspes, el salitre devoraba las huellas de los hombres. Eran los tiempos castos del sediento. Encapuchado el rostro, ibas de jaula en jaula, doloroso como antorcha sin aire. El amor es difícil dentro y fuera. Cuando no te querían, te ofrendabas al hambre de la ciudad y sus sicarias. El aura de los borrachos y los niños te negaban los dones del desastre. Te sentías infeliz y no lo eras. Eres feliz ahora y es amargo saber que Peter Parker vive con una esposa que lava su camisa y su disfraz heroico. Ha muerto el Hombre Araña. Fuiste el único fiel en el velorio. No pretendas buscar al asesino: la esquela que leíste fue escrita con tu letra y con tu tinta. Ahora te avergüenza precisar del alcohol en las arterias para enfrentar la calle. Sales de vez en cuando y evitas -como el valiente sabio- la pelea. Patrullas con temor las mismas calles de una ciudad ajena. No te duelen el café, los portafolios, la ganada caricia que te cierra la herida. Debajo de la corbata está tu pecho y en él las cicatrices tejidas por la araña. Es otra tu forma de ser héroe. Si lo dudas, perdido entre los otros, y te crees expulsado de la altura, reconoce los rostros de tus hembras: son la calle, la noche, las estrellas, claras hadas madrinas del oscuro. Ellas no se han movido ni dormirán, para velar tu sueño si sabes ser fiel a sus fulgores y aprendes a brillar para el muchacho palpitante en tu carne, portador de la máscara en la noche. Del poemario El peatón es asunto de la lluvia, Fondo de Cultura Económica, México, Primera edición, 1999. |
Mayor era tu crimen |